Las autoridades tienen que encontrar el equilibrio entre el fuerte endeudamiento y la subida de la inflación
En 2020 se produjo el mayor aumento de la deuda en un año desde la Segunda Guerra Mundial: la crisis financiera mundial y la profunda recesión hicieron que la deuda mundial aumente a USD 226 billones. Antes de la crisis el nivel de endeudamiento ya era elevado, pero ahora los gobiernos se enfrentan a un mundo con niveles inusitadamente altos de deuda pública y privada, nuevas mutaciones del virus y creciente inflación. La deuda mundial aumentó 28 puntos porcentuales, a 256% del PIB, en 2020, según la última actualización de la base de datos del FMI sobre deuda mundial.
El endeudamiento púbico contribuyó un poco más de la mitad del aumento, y el coeficiente de deuda pública se disparó a un nivel sin precedentes de 99% del PIB. La deuda privada de empresas no financieras y hogares también alcanzó nuevos máximos. Los aumentos de la deuda fueron especialmente notables en las economías avanzadas, donde la deuda pública subió de alrededor de 70% del PIB, en 2007, a 124% del PIB en 2020. La deuda privada aumentó a un ritmo más moderado, de 164%. un 178% del PIB, en el mismo período. La deuda pública ahora representa casi el 40% de la deuda mundial total, la mayor proporción desde mediados de los años sesenta. La acumulación de deuda pública desde 2007 obedece en gran medida a dos graves crisis económicas que los gobiernos han tenido que afrontar: primero la crisis financiera mundial y luego la pandemia de COVID-19.
Pero la dinámica de la deuda varía marcadamente de un país a otro. Las economías avanzadas y China representaron más del 90% de los USD 28 billones en que aumentó la deuda en 2020. Estos países pudieron incrementar la deuda pública y privada durante la pandemia gracias a las bajas tasas de interés, las medidas de los bancos centrales ( incluidas importantes compras de deuda pública) y los mercados financieros bien desarrollados. Pero la mayoría de las economías en desarrollo están en la otra orilla de la brecha de financiamiento, desde donde se enfrentan a un acceso limitado a los fondos y a menudo con tasas de interés más altas.
Las tendencias generales dejan entrever dos fenómenos: En las avanzadas avanzadas, los déficits fiscales se dispararon por el desplome de los ingresos a causa de la recesión y la adopción de amplias medidas fiscales ante la propagación de la COVID-19. La deuda pública creció 19 puntos porcentuales del PIB en 2020, un aumento semejante al registrado durante la crisis financiera mundial, en un período de dos años: 2008 y 2009. La deuda privada, sin embargo, aumentó 14 puntos porcentuales del PIB en 2020, casi el doble que durante la crisis financiera mundial, debido a la diferente naturaleza de las dos crisis.
Durante la pandemia, los gobiernos y los bancos centrales facilitaron un mayor endeudamiento del sector privado para ayudar a proteger vidas y medios de vida. Durante la crisis financiera mundial el desafío consistía, en cambio, en contener los daños infligidos por un sector privado demasiado apalancado. Los países de mercados emergentes y en desarrollo enfrentaron restricciones financieras mucho más duras, pero con amplias disparidades entre los países. China de por sí sola contribuyó con un 26% al aumento de la deuda mundial. Los mercados emergentes (excluida China) y los países de bajo ingreso representaron pequeñas proporciones del aumento de la deuda mundial, de alrededor de USD 1 billón y USD 1,2 billones, en cada caso, principalmente debido a un mayor endeudamiento público. Un equilibrio difícil El fuerte aumento de la deuda estuvo justificado por la necesidad de proteger la vida de las personas, preservar los empleos y evitar oleadas de quiebras. Si los gobiernos no hubieran tomado medidas, las consecuencias sociales y económicas habrían sido devastadoras. Pero la escalada de la deuda amplifica las vulnerabilidades, sobre todo a medida que las condiciones de financiamiento se tornan restrictivas. Los mayores niveles de endeudamiento limitan en muchos casos la capacidad de los gobiernos para apoyar la recuperación y la capacidad del sector privado para invertir a mediano plazo.