Estrategias climáticas potentes frente a la palabrería de Glasgow

Casi todo el mundo sabe que es poco probable que la actual Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático logre los compromisos que el mundo necesita para evitar niveles peligrosos de calentamiento. Pero hay otras acciones que gobiernos y empresas podrían llevar a cabo para reducir la contaminación

Miles de delegados se reúnen en Glasgow (Escocia) estos días para la conferencia anual de la ONU sobre Cambio Climático (COP26). Dedicarán las próximas dos semanas a debatir una larga lista de puntos de acción que llevan a una sola pregunta: ¿con qué rapidez actuará el mundo para evitar el calentamiento catastrófico en este siglo? Si miramos el historial, no parece que vaya a ser muy deprisa. Después de 25 cumbres de este tipo en las últimas tres décadas, las emisiones globales de gases de efecto invernadero han seguido aumentando, a excepción de algunas caídas puntuales durante las recesiones económicas. Se espera que la contaminación climática aumente drásticamente en 2021, hasta acercarse a los niveles máximos de 2019, a medida que la economía se recupere de la pandemia. Seis años después de que adoptaran el histórico Acuerdo del Clima de París (Francia), los países no se han comprometido con las políticas necesarias para reducir las emisiones, mucho menos las han promulgado, ni siquiera para acercarse a lo que hace falta para lograr el objetivo del Acuerdo: evitar que el calentamiento global llegue a los 2 ˚C en este siglo y que el aumento se mantenga en los 1,5 ˚C. Los países ricos todavía tienen pendiente entregar decenas de miles de millones de dólares de los 100.000 millones de dólares (86.498 millones de euros) en fondos anuales que acordaron proporcionar para ayudar a los países en desarrollo a abordar el cambio climático. Si los gobiernos del mundo no hacen algo más que cumplir las flexibles promesas para 2030 realizadas en virtud del Acuerdo, es probable que el planeta se caliente alrededor de 2,7 ˚C este siglo, según el «informe de la brecha de las emisiones» del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado la semana pasada. Si lo que hacen es limitarse a acatar las políticas climáticas internas ya vigentes, el aumento de la temperatura podría superar los 3 ˚C. En un mundo 3 ˚C más cálido, según varios estudios, es probable que los arrecifes de coral desaparezcan y las capas de hielo comiencen a colapsar; en vastas extensiones del mundo cada pocos años se producirían las sequías que antes ocurrían cada 100 años, y la subida del nivel del mar obligaría a centenares de millones de personas a mudarse. «Si el objetivo es mantener un clima habitable y seguro para la mayoría de la población mundial, la nota es un gran suspenso. No estamos ahí; ni siquiera estamos cerca de lograr eso», critica la profesora asociada de ciencias políticas de la Universidad de Toronto (Canadá) Jessica Green que se dedica a la gobernanza climática. Dados los cálculos geopolíticos a corto plazo, dominados por cuestiones de la fuerza política, ventajas internacionales y crecimiento interno, la falta de progreso en este tema no es muy sorprendente. Cualquier pacto que involucre a casi todas las naciones del mundo, desde el Protocolo de Kioto (Japón) hasta el Acuerdo de París, se diluye hasta un punto en el que simplemente no se exige mucho a nadie. Según el Acuerdo de París de 2015, las metas de las emisiones son autodeterminadas, voluntarias y no vinculantes. No existe una sanción real por no establecer objetivos ambiciosos o no lograrlos, salvo la crítica internacional. Se pide a los líderes nacionales y a sus compatriotas que paguen ahora voluntariamente por beneficios que obtendrán gran medida dentro de varias décadas, pero que no se generarán en absoluto si otras naciones no cumplen con sus compromisos. Los acuerdos climáticos también piden a los países en vías de desarrollo (cuyas emisiones son irrisorias comparadas con las históricas de los países ricos) que frenen su crecimiento y restrinjan el acceso de sus ciudadanos a la energía y a una mejor calidad de vida a cambio de vagas e incomprensibles promesas de asistencia. Mientras los líderes y negociadores se reúnen en Glasgow, muchos analistas tienen la esperanza de que el mundo recupere el impulso y la fe en el Acuerdo de París. Pero, al mismo tiempo, existe una creciente corriente de pensamiento de que un marco internacional flexible nunca generará grandes reducciones de las emisiones, e incluso puede desviar la atención de otros modelos que sí podrían hacer algo más. Pronto sabremos quién tiene razón. Como recientemente dijo a la BBC el zar del clima de Estados Unidos, John Kerry, la conferencia de la ONU es la «última y mejor esperanza para que el mundo despabile».

Progreso limitado Indudablemente, el mundo ha logrado algunos avances en el cambio climático, a medida que más países se alejan del carbón y adoptan energías renovables y vehículos eléctricos cada vez más competitivos en costes. Las emisiones globales parecen estar al menos niveladas, lo que podría permitirnos esquivar los peores escenarios de calentamiento de hace unos años, con subidas de temperatura de 4 ˚C o más. Pero ahora los países deben avanzar mucho más rápido para evitar consecuencias que aún resultan extremadamente peligrosas. La conferencia será una prueba reveladora de la determinación internacional, porque se supone que la mayoría de las naciones elevarán sus compromisos de París por primera vez este año. En abril, el presidente de EE. UU., Joe Biden, intensificó el objetivo del país previo del país, que implicaba una reducción de entre el 26 % y el 28 % sobre los niveles de 2005 para 2025, a una reducción de las emisiones de entre el 50 % y el 52 % para 2030. De manera similar, este verano, los países de la Unión Europea aprobaron oficialmente la Ley Europea del Clima, creando un requisito vinculante de que los miembros reduzcan las emisiones en un 55 % para 2030, con el objetivo de convertirse en «climáticamente neutros» para 2050. En total, casi 90 países además de los de la UE presentaron nuevos objetivos para 2030 a mediados de septiembre, como parte del proceso de la ONU, según el grupo de investigación científica independiente Climate Action Tracker. Sin embargo, más de 70 naciones no lo hicieron. Mientras tanto, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, se comprometió a lograr la neutralidad en carbono en 2060, uniéndose a una lista de más de 100 países que han prometido reducir a cero las emisiones de, al menos, el principal gas de efecto invernadero para mediados de siglo. China ya se había comprometido a alcanzar lo mismo en 2060, recientemente anunció que dejará de construir plantas de carbón en el extranjero, y la semana pasada reiteró su plan de lograr que su pico de emisiones máximas de dióxido de carbono no vaya más allá de 2030. Durante el fin de semana pasado, Arabia Saudí sus planes para lograr cero emisiones netas en 2060 y de plantar 450 millones de árboles durante los próximos nueve años. Pero la directora del Laboratorio de Política Climática de la Escuela Fletcher de la Universidad de Tuft (EE. UU.), Kelly Sims Gallagher, cree que las metas de mediados de siglo son «una distracción de la acción a corto plazo» y critica que las naciones no están haciendo lo suficiente para promulgar políticas internas que brinden un camino creíble para cumplir sus promesas para 2030.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here