Yates voladores abren una nueva frontera al superlujo

En la Costa Azul cuando la primavera empieza a dar paso al calor del verano en la franja de la costa del Mar Mediterráneo desfilan famosos, magnates, y grandes personalidades de todo tipo de ámbitos.

Este año en medio de tanto glamour se distinguió el yate The Icon con un diseño completamente fuera de lo común, que se confunde incluso con una casa de vidrio flotante, completamente alejada de las líneas de una embarcación tradicional.

Su sistema de propulsión, que consta de dos motores eléctricos de 100kW, que se alimentan de la energía de seis baterías proveniente de los ya discontinuados BMW i3, gracias a las cuales obtiene una potencia de 240 kW/h, que le brindan una autonomía aproximada a los 100 km, con una velocidad de operación promedio de 30 nudos, es decir unos 55 km/h.

Cuando se inicia la marcha, la fuerza motriz hace que la quilla planee sobre la superficie del agua a poca distancia sin tocarla, en una configuración que en el mundo náutico se conoce como ‘hidroala’.

Las hidroalas cumplen la función de elavar el yate de la superficie, generando un 80% menos de fricción y su consiguiente mayor eficiencia energética

Esta solución reduce considerablemente el rozamiento entre el barco y el agua, permitiendo a los vehículos marítimos eléctricos aprovechar mejor la autonomía disponible en sus baterías.

Por dentro, el ambiente a bordo de The Icon es sumamente lujoso y modernista, además de luminoso gracias a la generosa superficie acristalada del compartimento principal. Pero tan importante es en este barco la luz como el sonido: tanto los tonos que se escuchan al pulsar botones como el sonido artificial que emite la propulsión tienen la inconfundible firma del compositor Hans Zimmer.

El barco mide 43 pies de largo, dentro de los cuales tiene una gran sala de estar decorada con muebles de diseño artístico y asientos giratorios de 360 grados, que pueden tomar distintas funciones y capacidades, en busca de mejorar la interacción entre los pasajeros.

No es el primer yate volador

Hace un año atrás se presentaba en sociedad el Air Yacht, el catamarán que se transforma en dirigible concebido por el diseñador italiano Pierpaolo Lazzarini, famoso por sus proyectos revolucionarios, especialmente en el campo de los superyates, desde el barco con forma de cisne hasta el que tiene un agujero en el centro.

La estructura tiene la misma forma que un catamarán, a la que se añadieron dos dirigibles laterales de 150 metros de eslora. Ambos están conectados por un casco central de 80 metros de largo y diez de ancho. Para despegar hacia el cielo, los dos dirigibles están diseñados para albergar 400.000 m3 de helio comprimido, activado por ocho motores que giran en sentido contrario, cada uno de los cuales está alimentado por baterías ultraligeras y paneles solares.

El diseño futurista del yate-avión de Air Yacht

Este particular yate está confeccionado con fibra de carbono, un material que divide las tres partes de la embarcación. El exterior cuenta con 150 metros de largo y la zona central, 80. Además, hay cuatro puentes que conectan todas las partes del yate, que presenta un aspecto claramente futurista, y tiene espacio para habilitar un helipuerto.

Entre otras especificaciones técnicas, destaca que las emisiones del yate serían de cero. Además, cuando esté volando, la embarcación podría alcanzar los 111 kilómetros por hora y tendría una autonomía de 48 horas.

Mucho más cerca de su realización, y de la superficie del agua, se encuentra el modelo de barco volador diseñado por la star-tup suiza The Jet ZeroEmission. The Jet es un innovador hidroala con propulsión de hidrógeno, capaz de correr a unos 80 cm por encima de la superficie del agua.

The Jet ZeroEmission un innovador hidroala con propulsión de hidrógeno

Con líneas futuristas que recuerdan la forma de una nave espacial, The Jet mide diez metros de proa a popa y está diseñado para transportar hasta doce pasajeros y un capitán. Como su mismo nombre sugiere, puede volar sobre las olas como un jet. Esto es posible gracias a sus hidroalas que le permiten elevarse casi un metro fuera del agua. De este modo, el barco disminuye la fricción y puede mantener una conducción más fluida y con menos estela, con una velocidad máxima muy elevada de hasta unos 40 nudos (70 km/h).

La propulsión proviene de dos celdas de hidrógeno que alimentan los motores eléctricos para una navegación sin emisiones ni ruido.

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